La pandemia de COVID-19 personificó un desafío sin
precedentes en todos los aspectos en los sistemas educativos a lo largo y ancho
de todo el mundo, precipitando la inclusión de la educación a distancia y manifestando
muchas áreas de oportunidad críticas que deben mejorarse. Una de las primordiales
enseñanzas que nos dejo es la necesidad de invertir en la infraestructura
tecnológica. La evolución abrupta para alcanzar el aprendizaje en línea mostro
las diferencias que existen en cuanto al acceso a dispositivos y conectividad, remarcando
la trascendencia de garantizar que todos los estudiantes, sin excepción alguna,
puedan contar con los recursos suficientes para participar de manera activa en
entornos virtuales (Acosta Peralta, 2012).
Otra enseñanza importante es la trascendencia de poder
capacitar a los profesionales de la educación y alumnado en cuanto al uso
eficaz de plataformas digitales. Mientras duro la pandemia, la mayoría de los
docentes afrontaron conflictos para adecuar sus metodologías de enseñanza en
entornos virtuales, por el contrario, los alumnos aprendieron a desarrollar
habilidades de autonomía y organización de tiempo. Esta situación demostró la gran
importancia de implementar programas de formación continua que fortalezcan
competencias digitales y pedagógicas, no solo en profesores sino de igual
manera en estudiantes (Acosta Peralta, 2012).
Por consiguiente, la pandemia remarcó la necesidad
de mejorar los estilos de aprendizaje haciéndolos más flexibles y personalizados.
Los métodos tradicionalistas de educación a distancia, apoyados en la transferencia
unidireccional de información, expusieron ser escasos para conservar el
compromiso de los alumnos. Por lo que, en este ámbito se dio la oportunidad de incorporar
métodos innovadores como el aprendizaje colaborativo, la gamificación y el uso
de tecnologías emergentes como la realidad aumentada y la inteligencia
artificial. Estos recursos tecnológicos pueden engrandecer la visión educativa
y adaptarse a las necesidades individuales de los alumnos (Acosta Peralta,
2012).
Además, dejo un buen aprendizaje sobre la
importancia de darle preferencia al bienestar emocional del alumnado. La
educación a distancia, aunque eficaz, puede incrementar la sensación de
aislamiento y estrés, principalmente en circunstancias de dificultad. Motivo
por el cual, las instituciones educativas tienen que diseñar métodos de
enseñanza que originen el apoyo emocional y provoquen la interacción social en
entornos virtuales, con el propósito de crear una comunidad de aprendizaje
inclusiva y solidaria (Acosta Peralta, 2012).
Finalmente, la pandemia marco el roll decisivo de la evaluación formativa y la retroalimentación continua. Dentro de los entornos virtuales, la evaluación del aprendizaje no tiene que ser limitado a exámenes tradicionales, sino que tiene que incluir prácticas que fomenten la reflexión, la autoevaluación y la retroalimentación inmediata. Ya que esto no solo permitirá medir el progreso de los alumnos, sino además identificar áreas que necesitan ser ajustadas en tiempo real (Acosta Peralta, 2012).
En conclusión, las vivencias pasadas durante la
pandemia dejó lecciones trascendentes que deben ser una guía en el futuro de la
educación a distancia. Invertir en herramientas tecnológicas, capacitar a los profesionales
de la educación, diseñar metodologías flexibles, priorizar el bienestar
emocional y reflexionar sobre los métodos de evaluación son algunos avances
esenciales que se deben tomar en cuenta para garantizar una educación
equitativa y de calidad para este siglo.
Para más información:
Lecciones de la Educación a Distancia después de la Pandemia
Transformación de la Educación Post Pandemia
Referencias
Acosta Peralta, M. (2012). Fundamentos de la educación a distancia.
Universidad Abierta para Adultos (UAPA). P.p. 16-38.